"La Última Función" de Robert Altman es un film para nostálgicos: y yo soy uno de ellos. No es raro que me quede pegado mirando una foto , idealizando esa postal del pasado, creyendo que esa imagen encierra momentos tan especiales y únicos que difícilmente podrían repetirse. Pero repentiname salgo de esa ensoñación absurda y pienso que por nada del mundo rebobinaría la película de mi vida para volver a experientarlo todo nuevamente, transformandome en un personaje estancado, situado en un escenario estático.
Esta obra es la gran despedida del recientemente fallecido director estadounidense, y que nos muestra la gran utopía de sus protagonistas; la del presente continuo, una suerte de burbuja donde todos se refugian. Esa cápsula del tiempo es el antiguo teatro donde se mantienen las tradiciones de la radio de antaño. En la presentación final, todas cantan sus viejas canciones y el locutor promociona un pegamento y pastelillos, ante un publico que parecencia este melancólico espectáculo.
El film es una oda al paso del tiempo, a la naturaleza finita y pasajera de las cosas. Y su gran virtud está en estilizar y otorgarle ese glamour algo "vintage" a un show que a estas alturas podría resultar patético. Todo fluye con naturalidad y camaradería en esa dimensión paralela que los artistas no quieren abandonar. Para ellos el exterior repleto de modernos edificios representa lo desconocido, que es demasiado atemorizante, porque allí no hay certezas. Preferirían seguir flotando- muy seguros- en el liquido amniótico. Pero inevitablemente se debe salir de la caverna, lo que significa lanzarce al vació y sentir el vértigo de la incertidumbre.
viernes, 15 de junio de 2007
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