jueves, 9 de agosto de 2007

Dulce sordidez


Como ya es tradición en Chile, otra excelente película paso sin pena ni gloria, Hard Candy. Al igual que otras joyitas como "Transamérica", "Tarnation" o "Escandalo", pasan fugaces y fantasmales por las carteleras locales . Pero bodrios de la talla "Shrek 3.500" o los "Transformers" nos salen hasta en en la sopa de letras.
Primero que todo, hay que afirmar que "caramelo duro" no es un film para espíritus sensibles. Por que en esta oscura historia de una niña de 14 años que secuestra y tortura a un supuesto pedófilo en su propia casa, no da tregua, y te deja todo - o casi todo el rato- con el alma en un hilo.
Pero existe un punto en contra. Hay que decir que al director se le pasa la mano con los diálogos, que siendo efectivos, a veces resultan un tanto largos y alambicados.
Pero así todo, esta obra demuestra que con muy poco se puede hacer mucho.Los dos actores sustentan con sus sólidas actuaciones este claustrofóbico film ( casi toda la trama transcurre en la casa del antagonista). Lo anterior además es complementado con un guión inteligente y una potente historia que posee la virtud de mantener la tensión . Al parecer la fórmula es economía de recursos + derroche de talento = un buen caramelo.

lunes, 6 de agosto de 2007

Laureles apolillados


Ya parece chiste repetido. Ya es la tercera vez que los miembros de Pixies aseguran que sacaran un disco. Y como ya es habitual Frank Black se desdice.
Siguiendo al pie de la letra la pauta de la industria musical, se han ido a la segura, sacado una infinidad de discos compilatorios y reuniendose no con un fin artístico sino exclusivamente con la intención lucrar, realizando giras en las que sólo tocaron viejos temas.
Esta bien, tienen a una legión de seguidores que no se cansan de escuchar sus cinco albumes incombustibles, pero ¿no será mucha flojera digo yo?. Se han transformado en esos ancianos apáticos, que han envejecido no por lo decrépitos de sus organismos sino por que se han anclado en esos dorados recuerdos que les impiden avanzar hacia un futuro mejor. Lo más fácil para la banda de Boston es no arriesgarse, para así no manchar su discografía impoluta.
Me tinca que le sucede lo mismo que a los geniales Portishead y al inefable Axl Rose que aunque no han lucrado y estrujado tanto su pasado musical como los Pixies, igual tienen a sus fans echando raíces y sacudiéndose las telas de araña de tanto esperar por años sus mentados nuevos discos. Estos artistas son como esos niños mateos, que al tener cero tolerancia a la frustración no fluyen y se quedan muy cómodos durmiendo en sus acogedores laureles, aunque estos ya estén demasiado apolillados.

Battles: Mirrored



¿Qué sustancia alucinógena habrán consumido para crear algo tan disparatadamente cautivador como este disco?... ¿Quienes cantan, unos psicodélicos pitufos en ácido?.
Para mí el single "Atlas" ya es un clásico de la música bizarra. Esta canción comprueba que las nuevas generaciones pueden aportar al rock una mirada refrescante.
Las composiciones de esta visionaria entrega son metronómicas, hipnóticas y caleidoscópicas. Quizás el único problema de este disco es que sus temas iniciales son lastrados por otros demasiado experimentales, lo que decepcionará a aquellos que alucinan con el adrenalínico primer sencillo y que además imaginan erróneamente que el álbum mantiene la misma línea.
Se puede afirmar que por el carácter lúdico, desafiante y multicolor, "Mirrored" es el cubo Rubik sónico.

sábado, 4 de agosto de 2007

Bonsái


Directa, poética minimalista. Así es esta novela de Alejandro Zambra, quien relata la historia de una pareja consumida por un esteticismo enfermizo. En ellos todo es pose. Y por eso, nada puede ser auténtico y espontáneo en sus vidas transformadas en art deco.

La relaciones interpersonales del protagonista (Julio) no dan para más. Y por eso, decide dedicar su vida a cuidar un bonsái. La obra es una sofisticada metáfora acerca de la condición humana, que nos muestra a estos personajes limitados al placer de la contemplación vacía. Esta alienación es producida por la adicción a la belleza, que les impide ver realmente al otro.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Mi pasado under


Cuando era un adolescente no sabía para donde iba la micro. Sin embargo, había un aspecto que tenía muy claro en esa época: sólo quería ser diferente. Por eso pase por varios estilos, unos más afortunados que otros, claro.

Todo comenzó el 92' cuando me compré el primer disco de los Guns'n Roses. Con ese gran descubrimiento, supe lo liberador que era escuchar rock a todo volumen y producirme con toda esa parafernalia a lo Axl Rose que incluía bototos, jeans, cadenas, chaqueta de cuero "anarca" y lo más patético de todo: la clásica pañoleta en la cabeza. Sí, lo reconozco, salí a la calle con un trapo cubriendo mi cráneo. Y más aún, debo confesar que calcé vaqueros con punta acerada. Francamente, lamentable. Años de psicoterapia me ayudaron a superar el trauma de exponerme voluntariamente a tal ridículo. Evidentemente mi padre con suerte reconocía que yo era su hijo.

Pero afortunadamente mi fanatismo por el glam metal fue efímero. Y esto gracias al viaje de los GNR´s a nuestro país. Apenas arribó a la capital el xenófobo vocalista enfurecido por el asedio de la prensa y los fans quemó sus bototos que pisaron suelo chileno y despectivo les mostró la raja a cuanto ser humano se le cruzó por delante. Este desaguisado marcó la vida de este ferviente devoto de la banda y el altar que había construido con posters, cancioneros y discos fue destruido rápidamente.

Pero gracias a Dios llegó el Mesías, el salvador, aquel ídolo que no odiaba a los demás como Axl sino que se detestaba así mismo: Kurt Cobaín. Ahí comenzó mi verdadera evolución, la que se dio más en el plano musical, porque en el ámbito estético la cosa no prosperó mucho. Mi closet se llenó de camisas de franela, chalecos rotos y pantalones gastados. En esa etapa de mi juventud también aporté con una cuota de patetismo a mi aún corta existencia: fui al centro de Victoria con unos lentes de plástico rojo, psicodélicos, redondos y de unos 20 centímetros de diámetro. Toda una irreverencia para una ciudad cuya máxima vanguardia consistía en empaquetados huasos de jockey y zapatos "Caterpillar" y anacrónicos raperos bailando cumbias tecno en la plaza.
Después de darme cuenta de lo superficial de la onda "winner hardcore" de mi anterior estilo, me engrupí con el "grunge" y concluí que la filosofía perdedora y apática era para mí. El himno que representaría mi nueva postura era "Loser" de beck. Recuerdo que estaba convencido que esa corriente era mucho más consecuente con mi realidad: la de alguien tímido y malo para la pelota.
Con mis amigos aplanábamos las calles "shopiniando". la ruta de la ropa usada era sagrada y encontrar un trapo sucio, roto- pero único- era el objetivo. Y en esta misión, lo más emocionante era ir al "Galpón": una especie de decrépito gallinero o establo que se encontraba en una periférica calle de la ciudad. Ahí todo era surrealista. Literalmente, todos nos sumergíamos en un profundo y turbio pozo de "pilchas" desparramadas en el suelo. Allí las viejas se peleaban "joyitas" que no superaban los 200 pesos.

Recuerdo que fue en ese mar de prendas ultra recicladas donde encontré el más codiciado botín: Una impresentable chaqueta a cuadros cuyo valor se acercaba a los 50 pesos . Todos la querían, pero yo la había encontrado primero. Mis amigos efectauron muchos sobornos y planes para conseguir tal tesoro pero ninguno dio resultado. Ellos envidiaban esa desastrosa prenda que mi nana trato de zurcir infructuosamente mientras se desarmaba por lo deteriorada que estaba la tela.

Sólo una vez alcance a usar la mentada chaqueta. Y mi padre apenas me divisó su enojo se transformó en furia al ver que no pretendía sacármela. Me amenazó con desheredarme y echarme de la casa si no desechaba la "piltrafa". Era invierno y además no deseaba terminar como Kurt Cobain durmiendo debajo de un puente (mi fanatismo no llegó a tanto). Por eso decidí regalársela al Tóxico el que vivió un drama similar al mío pero con su madre. Finalmente, la chaqueta se transformó en una acogedora colcha para el perro.

Por fin en la universidad me di cuenta de una premisa algo evidente: para ser autentico no hay que ser parte de una categoría y se debe evitar la idolatría. Y aunque los odiosos estereotipos siempre cierran la forma y el fondo, de ahí en adelante siempre traté de escapar del lugar común, aunque paradójicamente esa actitud de renegar etiquetas también es algo trillado. A la larga todo se convierte en clisé